El Bote Perdido
Hace unos meses aproximadamente, fui con mi primo David a regar agua a los árboles de mi abuelita, los árboles se encontraban en un terreno ubicado el pueblo vecino. Una vez completada la tarea que nos ordenaron, regresamos a casa, pero antes de eso, pasamos a compara una botana para comerla más adelante, en eso vimos un árbol frondoso, en el que decidimos descansar y disfrutar la botana que compramos, al terminar la botana, me di cuenta que había perdido el bote que lleve para transportar agua del grifo a los árboles, pasé más de 30 minutos buscando mi bote, tratando de recordar donde había dejado el bote, tras pasar cierto tiempo buscando mi cubeta, me percate de que estaba sentado en el bote.
Al legar a casa David le contó a toda la familia lo ocurrido, y desde la fecha me hacen burla recordándome esa anécdota de mi vida.
El Limosnero
Yo era tan solo un niño, tenia 8 años si no mal recuerdo, me encontraba en la central de abastos con mi prima Joselyn, nuestros padres fueron de comprar y nosotros nos quedamos a esperarlos en un parque cerca del lugar; hasta que porfin llegaron nuestros padres con bolsas llenas de fruta, en eso mi prima me dijo:
-Marco, ve a ese pobre señor pidiendo una moneda para comer
Era un señor de la tercera edad pidiendo una ayuda, yo actué de inmediato, agarrando 2 plátanos de los que mi mamá habían comprado, para que posteriormente se los llevara al señor, llegue y se los coloque en un cesto que el llevaba, el no dijo nada y siguió caminando, él parecía sufrir problemas de la vista.
Tras caminar unos cuantos metros se detuvo, observo detenidamente los 2 plátanos, a ver que no se trataba de dinero, el señor los aventó a la calle.
Todos mis tíos se encontraban viendo la situación, y se empearón a reír de mi, desde ese día, cada vez que se reúne la familia, me recuerdan esa experiencia. Y todos se ríen de lo sucedido.
Tipos De Géneros Literarios
Pinturas Museo
Tabla De Géneros Literarios
Géneros Literarios
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Tipo de Genero
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Subgéneros
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Lírico: Se
identifican por exhibir la realidad, desde la visión más interna y personal
del ser humano.
Invariablemente,
el poeta expone sus emociones, sus diferentes estados de consciencia o
experiencias, aunque, hay posibilidades de que se las delegue a otro
personaje. Se utiliza la primera persona, acompañada de una condición
subjetiva del escritor.
En
este género, se destaca una peculiaridad de expresión, denominada verso.
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Oda: Se trata de una poesía pensativa y contemplativa que tiende a enaltecer
y elogiar un argumento o cuestión.
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Himno: Es una obra lírica que pronuncia pasiones patrióticas, nacionalistas,
religiosas.
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Elegía: Composición poética que expresa melancolía, el dolor ante desdichas
propias o ajenas.
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Égloga: Escrito constituido por sentimientos afectuosos y de entusiasmo
por el hábitat que los rodea.
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Canción: Es un poema que expresa sentimientos, generalmente de amor.
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Sátira: Se presenta como una obra que de forma ingeniosa, pero con un humor
un tanto ácido, critica corrupciones propias o sociales.
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Épico: En
los textos narrativos se enseña un ambiente ficticio, como si se estuviese
mostrando el mundo como algo objetivo, exterior y extraño al narrador. En
estos artículos, el escritor relata sobre situaciones particulares,
individuos, entornos, relaciones, eventualidades que se desarrollan en tiempo
y espacio. Asimismo, el autor realiza diálogos para que sus personajes
cuenten su lado más íntimo, sus reflexiones, emociones y propósitos.
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Epopeya: Narra acciones que merecen ser recordadas y que se consideraran de
mucho valor para un pueblo.
*Poema
épico: Da cuenta de aventuras memorables de un ídolo propio de su nación, con
la intención de honrar al país.
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Romance: Se trata de un texto escrito que cuenta historias valientes,
afectuosas y sentimentales.
*
Fábula: Narración en prosa de una historieta o leyenda, de la cual se
consigue extraer una enseñanza o moraleja; sus protagonistas la mayoría de
las veces, son animales.
5.
Epístola: Escrita en verso, exhibe cierto inconveniente, con características
generales.
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Cuento: Es un escrito en la mayoría de los casos breve, de un acontecimiento
ficticio. Se conforma de muy pocos personajes, que solo realizan una acción,
que se enmarca en un mismo foco temático. Tiene como propósito incitar al
lector a encontrarle una refutación emocional.
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Leyenda: Se conoce como un pequeño escrito que basa su historia en una
narración tradicional, encontrándose envuelta en misterio, del estilo de
historias de terror y cosas sobrenaturales o extraterrestres.
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Novela: Se expresa como una narración extensa, con una historia argumentada,
mucho mejor desarrollada que en el cuento. Se escribe en prosa, y se incluyen
personajes tanto de la realidad, como imaginarios; se plantea un problema, y
el desenlace del mismo, puede ser bueno o malo.
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Dramático: En
esta clase de obras, se despliegan uno o varios problemas, concebidos por
relaciones internas entre los personajes, fuera de que el narrador los
presente ni califique, sin hacerles demostrar sus sentimientos. Esto sucede,
gracias a que se ven envueltos en un diálogo, que conlleva acciones previas,
en determinados tiempos y espacios. Las obras dramáticas son introducidas
para ser personificadas por actores, que exhiben sus gestos, su físico y su
voz en representación de los personajes, actuando en un área teatral y en un
período de tiempo establecido.
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Tragedia: Se considera tragedia, a la
demostración de terroríficos problemas entre los protagonistas de carácter muy pasional, que
culminada con un destino necesario, tras la crónica de una muerte anunciada.
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Comedia: Al contrario de la tragedia, la comedía significa representar a
partir de un apuro conflictivo pero de la parte alegre de la vida cotidiana,
teniendo un conclusión feliz.
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Drama: Se cuentan historias con una serie de inconvenientes, con posibles
mediaciones de elementos extravagantes y su conclusión casi siempre es
oscura.
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Ópera: Se escucha como una obra del tipo dramática, en la que los actores, en
vez de recitar sus papeles, se dedican a cantarlos desde comienzo a fin de la
obra.
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Farsa: Su distribución y trama están fundadas en contextos en que los
protagonistas tienden a tener comportamientos extravagantes e insólitos, sin
embargo habitualmente conservando una pizca de credibilidad.
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Tragicomedia: Se pueden diferenciar secuencias trágicas y luego cómicas, en
una misma obra; dando lugar aunque también abriendo espacio a la ironía y la
parodia.
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Melodrama: Se utiliza la exageración en las partes más románticas de la obra,
como principio fundamental, con el fin de despertar en el público
sentimientos y pasiones.
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Didáctico: El
género didáctico es el género literario que tiene como finalidad la enseñanza
o la divulgación de ideas expresadas de forma artística, con un lenguaje
elaborado y recursos de la filosofía
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Ensayo: subgénero didáctico en el que se plantea un problema y se defiende
desde el enfoque personal de su autor; es de estructura flexible, no utiliza
expresamente aparato crítico ni biografía y está escrito con voluntad de
estilo, con la voluntad de persuadir o convencer.
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Enseñanza general: subgénero didáctico que pretende hacer partícipe a cada persona
de una parte de la cultura y las realizaciones prácticas desarrolladas por la
humanidad. Se subdivide en lecciones o lecturas comentadas, discursos,
conferencias...
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Diálogo: subgénero didáctico muy cultivado en la época clásica y
renacentista, en el que se hace exposición de las ideas del autor mediante el
debate entre varios personajes que pueden darse en momentos de discusiones
para tratar varios temas. Históricamente hubo tres subgéneros de diálogos:
los platónicos, los ciceronianos y los lucianescos.
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Tratado: subgénero didáctico extenso en prosa, generalmente para
especialistas, es decir, su comprensión completa requiere unos conocimientos
previos.
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Poema didáctico: subgénero didáctico extenso en verso, generalmente destinado
a profanos en una materia. Los primeros poemas didácticos los compuso el
griego Hesiodo: Teogonía y Trabajos y días.
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Oratoria: el autor pretende convencer solamente mediante la comunicación
oral.
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Cuentos
El gato con botas
Había una vez un molinero pobre que cuando murió sólo pudo
dejar a sus hijos por herencia el molino, un asno y un gato. En el reparto el
molino fue para el mayor, el asno para el segundo y el gato para el más
pequeño. Éste último se lamentó de su suerte en cuanto supo cuál era su parte.
- ¿Y ahora qué haré? Mis hermanos trabajarán juntos y harán
fortuna, pero yo sólo tengo un pobre gato.
El gato, que no andaba muy lejos, le contestó:
- No os preocupéis mi señor, estoy seguro de que os seré más
valioso de lo que pensáis.
- ¿Ah sí? ¿Cómo?, dijo el amo incrédulo
- Dadme un par de botas y un saco y os lo demostraré.
El amo no acababa de creer del todo en sus palabras, pero
como sabía que era un gato astuto le dio lo que pedía.
El gato fue al monte, llenó el saco de salvado y de trampas y
se hizo el muerto junto a él. Inmediatamente cayó un conejo en el saco y el
gato puso rumbo hacia el palacio del Rey.
- Buenos días majestad, os traigo en nombre de mi amo el
marqués de Carabás - pues éste fue el nombre que primero se le ocurrió - este
conejo.
- Muchas gracias gato, dadle las gracias también al señor
Marqués de mi parte.
Al día siguiente el gato cazó dos perdices y de nuevo fue a
ofrecérselas al Rey, quien le dio una propina en agradecimiento.
Los días fueron pasando y el gato continuó durante meses
llevando lo que cazaba al Rey de parte del Marqués de Carabás.
Un día se enteró de que el monarca iba a salir al río junto
con su hija la princesa y le dijo a su amo:
- Haced lo que os digo amo. Acudid al río y bañaos en el
lugar que os diga. Yo me encargaré del resto.
El amo le hizo caso y cuando pasó junto al río la carroza del
Rey, el gato comenzó a gritar diciendo que el marqués se ahogaba. Al verlo, el
Rey ordenó a sus guardias que lo salvaran y el gato aprovechó para contarle al
Rey que unos forajidos habían robado la ropa del marqués mientras se bañaba. El
Rey, en agradecimiento por los regalos que había recibido de su parte mandó
rápidamente que le llevaran su traje más hermoso. Con él puesto, el marqués
resultaba especialmente hermoso y la princesa no tardó en darse cuenta de ello.
De modo que el Rey lo invitó a subir a su carroza para dar un paseo.
El gato se colocó por delante de ellos y en cuanto vio a un
par de campesinos segando corrió hacia ellos.
- Buenas gentes que segáis, si no decís al Rey que el prado
que estáis segando pertenece al señor Marqués de Carabás, os harán picadillo
como carne de pastel.
Los campesinos hicieron caso y cuando el Rey pasó junto a
ellos y les preguntó de quién era aquél prado, contestaron que del Marqués de
Carabás.
Siguieron camino adelante y se cruzaron con otro par de
campesinos a los que se acercó el gato.
- Buenas gentes que segáis, si no decís al Rey que todos
estos trigales pertenecen al señor Marqués de Carabás, os harán picadillo como
carne de pastel.
Y en cuanto el Rey preguntó a los segadores, respondieron sin
dudar que aquellos campos también eran del marqués.
CEl gato con botasontinuaron su paseo y se encontraron con un
majestuoso castillo. El gato sabía que su dueño era un ogro así que fue a
hablar con el.
- He oído que tenéis el don de convertiros en cualquier
animal que deseéis. ¿Es eso cierto?
- Pues claro. Veréis cómo me convierto en león
Y el ogro lo hizo. El pobre gato se asustó mucho, pero siguió
adelante con su hábil plan.- Ya veo que están en lo cierto. Pero seguro que no
sóis capaces de convertiros en un animal muy pequeño como un ratón.- ¿Ah no?
¡Mirad esto!El ogro cumplió su palabra y se convirtió en un ratón, pero
entonces el gato fue más rápido, lo cazó de un zarpazo y se lo comió.
Así, cuando el Rey y el Marqués llegaron hasta el castillo no
había ni rastro del ogro y el gato pudo decir que se encontraban en el
estupendo castillo del Marqués de Carabás.
El Rey quedó fascinado ante tanto esplendor y acabó pensando
que se trataba del candidato perfecto para casarse con su hija.
El Marqués y la princesa se casaron felizmente y el gato sólo
volvió a cazar ratones para entretenerse.
El Gigante Egoísta
Hace muchos años, en un pequeño pueblo, existían cinco niños muy amigos que cada tarde salían a jugar al bosque. Los pequeños correteaban por la yerba, saltaban a los árboles y se bañaban en los ríos con gran felicidad. En realidad, eran muy unidos y les gustaba sentirse en compañía de los animales y el calor que les brindaba el Sol. Sin embargo, cierta tarde, los niños se alejaron del bosque y fueron a dar con un inmenso castillo resguardado por unos altos muros.
Sin poder contener la curiosidad, treparon los muros y se adentraron en el jardín del castillo, y después de varias horas de juego, sintieron una voz terrible que provenía de adentro. “¿Qué hacen en mi castillo? ¡Fuera de aquí!”.
Asaltados por el miedo, los cinco niños se quedaron inmóviles mirando hacia todas partes, pero en seguida se asomó ante sus ojos un gigante egoísta horroroso con los ojos amarillos. “Este es mi castillo, rufianes. No quiero que nadie ande merodeando. Largo de aquí y no se atrevan a regresar. ¡Fuera!”. Sin pensarlo dos veces, los niños salieron disparados a toda velocidad de aquel lugar hasta perderse en la lejanía.
Para asegurarse de que ningún otro intruso penetraría en el castillo, el gigante reforzó los muros con plantas repletas de espinas y gruesas cadenas que apenas dejaban mirar hacia el interior. Además, en la puerta principal, el gigante egoísta y malhumorado colocó un cartel enorme donde se leía: “¡No entrar!”.
A pesar de todas estas medidas, los niños no se dieron por vencidos, y cada mañana se acercaban sigilosos a los alrededores del castillo para contemplar al gigante. Allí se quedaban por un largo rato hasta que luego regresaban con tristeza a casa. Tiempo después, tras la primavera, arribó el verano, luego el otoño, y finalmente el invierno. En pocos días, la nieve cubrió el castillo del gigante y le aportó un aspecto sombrío y feo. Los fuertes vientos arreciaban en las ventanas y las puertas, y el gigante permanecía sentado en su sillón deseando que regresara nuevamente la primavera.
Al cabo de los meses, el frío por fin se despidió y dio paso a la primavera. El bosque gozó nuevamente de un verde brillante muy hermoso, el Sol penetró en la tierra y los animales abandonaron sus guaridas para poblar y llenar de vida la región. Sin embargo, eso no sucedió en el castillo del gigante egoísta. Allí la nieve aún permanecía reinando, y los árboles apenas habían asomado sus ramas verdosas.
“¡Qué desdicha!” – se lamentaba el gigante – “Todos pueden disfrutar de la primavera menos yo, y ahora mi jardín es un espacio vacío y triste”.
Afligido por su suerte, este se tumbó en su lecho y allí hubiese quedado para siempre sino fuese porque un buen día oyó con gran sorpresa el cantar de un sinsonte en la ventana. Asombrado y sin poder creerlo aún, el gigante se asomó y esbozó una sonrisa en sus labios. Su jardín había recuperado la alegría, y ahora, no sólo los árboles ofrecían unas ramas verdes y hermosas, sino que las flores también habían decidido crecer, y para su sorpresa, los niños también se encontraban en aquel lugar jugando y correteando de un lado hacia el otro.
“¿Cómo pude ser tan egoísta? Los niños me han traído la primavera y ahora me siento más feliz” – así gritaba el gigante mientras descendía las escaleras para salir al jardín. Al llegar al lugar, descubrió que los pequeñines trepaban a los árboles y se divertían alegremente. Todos menos uno, que por ser el más chico no podía trepar a ningún árbol.
Compadecido con aquel niño, el gigante egoísta decidió ayudarlo y tendió su mano para que este pudiera subir al árbol. Entonces, la enorme criatura eliminó las plantas con espinas que había colocado en su muro y también las cadenas que impedían el paso hacia su castillo.
Sin embargo, cuando los niños le vieron sintieron miedo de que el gigante egoísta les expulsará del lugar, y sin perder tiempo se apresuraron a marcharse del castillo, pero el niño más pequeño quedó entonces atrapado en el árbol sin poder descender. Para su sorpresa, las flores se marchitaron, la yerba se tornó gris y los árboles comenzaron a llenarse de nieve.
Con gran tristeza, el gigante le pidió al chico que no llorara, y en cambio le dijo que podía quedarse y jugar en su jardín todo el tiempo que quisiera. Entonces, los demás niños que permanecían escondidos desde fuera del muro, comprendieron que este no era malo, y que por fin podían estar en el jardín sin temor a ser expulsados.
Desde ese entonces, cada año cuando la primavera arriba al bosque, los niños se apresuran hacia el castillo del gigante para llenar de vida su jardín y sus flores.
El Soldadito de plomo
¿Te sabes la historia del soldadito de plomo? Todo comienza en la pequeña casa de una ciudad donde habitaba un niño. El día de su cumpleaños, nuestro amiguito había recibido como regalo de sus padres una caja misteriosa. Lleno de curiosidad, el niño abrió la caja y descubrió en su interior quince soldaditos de plomo idénticos. Con un porte elegante, fusil al hombro, pantalones azules y gorra roja, los quince soldaditos habían nacido de una vieja cuchara de plomo fundida.
El niño aplaudió con gran alegría al ver sus nuevos juguetes, y sin perder un segundo los sacó de la caja y los colocó en fila para comenzar a jugar. Sin embargo, el último de los soldaditos no era igual que el resto, pues como el plomo de la cuchara no había sido suficiente le faltaba una pierna al desdichado. Aun así, el soldadito se mantenía firme igual que sus hermanos, y una vez que fue colocado junto al resto de los juguetes en la alacena, pudo comprobar un hermoso castillo de papel que se alzaba frente a él.
Aquel castillo era realmente deslumbrante, tenía grandes ventanas y puertas doradas, y en su interior, lo más sorprendente era una pequeña muñeca que se encontraba con los brazos en alto y una pierna recogida hacia arriba como suelen hacer las bailarinas. Al verla, el soldadito quedó completamente enamorado, y como pensó que a ella también le faltaba una pierna, decidió tomarla por esposa cuanto antes.
“He encontrado la persona perfecta para mí, y encima tiene un castillo donde podremos vivir juntos”, así pensaba el soldadito de plomo mientras contemplaba la belleza de su amada. Al arribar la noche, el niño terminó de jugar y se marchó a la cama, y en ese instante, los juguetes cobraron vida y comenzaron a caminar y a conversar en la alacena. Sin embargo, el soldadito de plomo permanecía inmóvil con la mirada fija en la muñeca bailarina. A cambio, ella también le devolvía sonrisas y en poco tiempo entablaron una hermosa amistad que hubiese durado por mucho tiempo si la envidia y la maldad no hubiesen aparecido esa noche.
Resulta que entre los juguetes, existía además un feo payaso de plástico que no soportaba el amor que se tenían la muñeca y soldadito. A la mañana siguiente, el niño regresó a la alacena para jugar como de costumbre, pero a la hora del almuerzo, abandonó al soldadito de plomo en el borde de la ventana, y entonces, el payaso malvado aprovechó para empujar al pobre hacia la calle. Desde una gran altura, el soldadito cayó sin remedio hasta caer en el justo medio de la calle, con riesgo de que algún automóvil pasara a toda velocidad y lo aplastara.
Cuando el niño notó la ausencia del soldadito, bajó hasta la calle para encontrarlo, pero la suerte no estuvo de su lado, y aunque buscó y buscó por largo tiempo, jamás pudo encontrar a su juguete que permanecía abandonado y triste en el pavimento. Al caer la tarde, el cielo tomó un color gris, y unos cuantos segundos después, comenzó a llover tan fuerte que las calles se llenaron de agua, y fue entonces cuando el soldadito fue arrastrado por la corriente hasta alejarse de la casa y de su amada, la muñeca bailarina.
El agua de lluvia caprichosa deslizó al soldadito calle abajo, pero este apenas se movía mientras contemplaba el cielo gris sobre su cabeza. Al rato, el agua se adentró por una alcantarilla oscura y horrorosa, y con ella, también el soldadito. “Cómo quisiera regresar a casa y contemplar la belleza de mi amada”, pensaba nuestro amigo mientras la corriente de agua impulsaba su menudo cuerpecito de plomo por tuberías estrechas y oscuras.
Durante algún tiempo anduvo el soldadito navegando por las alcantarillas cuando de pronto, sintió un temible sonido. La tubería por donde navegaba estaba llegando a su fin, y el agua se abalanzaba a toda velocidad hacia un inmenso canal. Sin más remedio que dejarse llevar, el soldadito fue abalanzado con fuerza hacia el exterior de la alcantarilla, y justo antes de caer en el estanque, un enorme pez saltó desde las profundidades y se lo tragó de un solo bocado.
Allí, en el estómago de aquel pez, el soldadito de plomo permaneció durante varios días, y como todo era tan oscuro, no hacía otra cosa que pensar en su querida muñeca y en sus ganas de regresar a casa. Finalmente, una buena tarde, el pez comenzó a moverse bruscamente, luego quedó inmóvil y cuando pudo notarlo, el soldadito fue capaz de ver nuevamente la luz. Unos pescadores se habían hecho con el pez y lo habían vendido a una sirvienta. Al llegar a casa, la señora lo abrió con un cuchillo y cuál fue su sorpresa cuando, sin poder imaginarlo, encontró dentro al querido soldadito de plomo.
Rápidamente, la sirvienta salió de la cocina y se dirigió al comedor donde aguardaban los dueños de la casa, y ¿Saben qué? Aquellas personas no eran otras que los padres del niño, y el propio niño que no pudo contener su emoción al ver que su juguete perdido había regresado milagrosamente a casa. El soldadito también se emocionó, pues su deseo se había hecho realidad. “Por fin, he regresado” – gritaba con emoción para sus adentros – “Dentro de poco podré estar nuevamente junto a mi adorada muñeca”.
Y así mismo sucedió. El niño colocó al soldadito en la alacena junto al castillo de papel, y desde una de las ventanas, unos ojos bañados en lágrimas lo contemplaban. Era la muñeca bailarina llena de alegría al ver como su amado regresaba junto a ella. Desde entonces, el payaso malvado no volvió a entrometerse con la pareja de enamorados, y el amor, triunfó una vez más por encima del mal.
Novelas
La casa Donde murió
Camino del pueblo de B..., situado cerca de la capital de una provincia cuyo nombre no hace al caso, íbamos en un carruaje, tirado por dos mulas, Cristina, su madre, Fernando el prometido de la joven, y yo.
Eran las cinco de la tarde, el calor nos sofocaba porque empezaba el mes de Agosto, y los cuatro guardábamos silencio. La señora de López rezaba mentalmente para que Dios nos llevase con bien al término de nuestro viaje; Cristina fijaba sus hermosos ojos en Fernando que no reparaba en ello, y yo contemplaba la deliciosa campiña por la que rodaba nuestro coche.
Serían las seis cuando el carruaje se detuvo a la entrada del pueblo; bajamos y nos dirigimos a una capilla donde se veneraba a Nuestra Señora de las Mercedes, a la que la madre de Cristina tenía particular devoción. Mientras esta señora y su hija recitaban algunas oraciones, Fernando me rogó que le siguiera al cementerio, situado muy cerca de allí, donde estaba su padre enterrado. Le complací y penetramos en un patio cuadrado, con las tapias blanqueadas, y en el que se observaban algunas cruces de piedra o de madera, leyéndose sobre lápidas mortuorias varias inscripciones un tanto confusas. En un rincón vi a una mujer arrodillada, en la que mi compañero no pareció fijarse al pronto.
Me enseñó la tumba de su padre, que era sencilla, de mármol blanco, y comprendí que no era únicamente por verla por lo que el joven había llegado hasta allí. Observé que buscaba alguna cosa que no encontraba, hasta que vio a la mujer, que era una vieja mal vestida y desgreñada, que le estaba mirando atentamente. Fernando bajó los ojos, y ya iba a alejarse, cuando la anciana se levantó y le llamó por su nombre, obligándole a detenerse.
-¿Qué desea V., madre María? -la preguntó en un tono que quería parecer sereno.
-Lo de siempre -contestó la vieja, en cuya mirada noté cierto extravío-, preguntarte en dónde has ocultado a mi niña. Diez años hace que te la has llevado, bien lo sé, y hoy me han dicho en el pueblo que vienes aquí para celebrar tu boda con otra.
-No ignora V., madre María, que su hija murió hace diez años y que yo pagué su entierro para que su hermoso cuerpo descansase en este campo-santo. A mi vez le pregunto: ¿dónde se encuentra la tumba de la pobre Teresa?
-¿Acaso lo sé yo? Un día vine aquí, busqué la cruz que me indicaba el lugar donde me decían que estaba ella, y ¿sabes lo que vi? Un hoyo vacío, y un poco más lejos la tierra recientemente removida. Había cumplido el plazo, y como nadie cuidó de renovarlo y pagar, aquel rincón no pertenecía ya a mi hija y la habían echado a la fosa donde arrojan a los pobres, a los que entierran de limosna.
-¡Pero eso es una infamia! Yo envié dinero para esa renovación -exclamó Fernando.
-No digo que no, pero la persona a quien tú escribiste estaba gravemente enferma, en dos meses no abrió tu carta y entonces ya era tarde.
El joven bajó la cabeza y no replicó.
-¿Con quién te casas? -le preguntó la vieja.
-Con la señorita Cristina López.
-¿Y cuándo te casas?
-Dentro de tres días.
-Eso será si Teresa lo consiente; ella es tu desposada y no tardará en venir a buscarte.
-Madre María -dijo con tristeza el joven-, Teresa no puede venir; los muertos no salen de los sepulcros.
-Ya me lo dirás mañana temprano; por hoy vete en paz.
-Adiós -murmuró Fernando, dirigiéndose hacia la salida del cementerio, donde yo le seguí.
-Sin duda te habrá extrañado lo que acabas de ver y oír -me dijo apenas estuvimos fuera-; pero no será así cuando te cuente esa historia de los primeros años de mi juventud, que deseo conozcas en todos sus detalles. Vamos ahora con Cristina y su madre, que sin duda nos esperan ya; y luego, mientras ellas visitan la casa que hemos de habitar y en la que está mi tía, la futura madrina de mi boda y por la que hacemos hoy este viaje, lo sabrás todo.
Cristina y su madre nos esperaban, en efecto, y juntos nos dirigimos a casa de la tía de Fernando, que estaba situada en la plaza del pueblo, haciendo esquina a una calle estrecha y sombría, en la que, sin saber por qué, entré con una profunda tristeza.
La tía del joven no me agradó; era una señora de unos cincuenta años, alta, delgada, con ojos grises muy pequeños, nariz larga que se inclinaba hacia su barba puntiaguda, y cabellos casi blancos recogidos en una gorra de color oscuro. Estaba muy enferma, y como había servido de madre a Fernando, este había suplicado a la señora de López que la boda se celebrase en el pueblo, para evitar a su tía las molestias de un viaje que, aunque corto; hubiera sido sumamente penoso para ella.
Mientras Cristina y las dos señoras visitaban la casa y recibían a los numerosos amigos que acudieron al saber su llegada, Fernando, que se había obstinado en no subir al piso superior, me llamó, me hizo sentar a su lado, y empezó la prometida historia en estos términos:
-Hace once años, cuando solo tenía yo veinte y había acabado la carrera de abogado en Madrid, mi padre me envió una temporada a este pueblo para que hiciese una visita a su única hermana, que es esa señora a quien acabas de ver. Era yo huérfano de madre, me había educado sin sus consejos, lejos también de mi padre, al que retenían fuera de su casa constantes ocupaciones; así es, que puedo asegurar que desconocía casi totalmente lo que eran los goces de familia. Aunque heredero de una mediana fortuna, no debía entrar en posesión de ella hasta mi mayor edad; tenía muchos compañeros de estudios, pero ningún amigo; por lo tanto, excusado es decir que, hallándome casi solo en el mundo, me apresuré a aceptar con júbilo lo que mi padre me proponía, poniéndome en camino para este pueblo con el alma inundada de dulces emociones. ¿Correspondió esto a lo que yo esperaba? Seguramente no. Mi tía, a la que no veía desde niño, me fue al pronto repulsiva, por más que se mostrara desde luego cariñosa y tolerante conmigo; el pueblo me pareció triste, a pesar de sus jardines y de las pintorescas casitas que hay en él; sus habitantes poco simpáticos, aunque todos me saludaban con afecto. Me dediqué a la caza, estudié un tanto la botánica, y así se pasó un mes, durante el cual llegué a reconciliarme con mi tía, con el pueblo y con sus moradores.
Una mañana, al volver a casa, encontré, al pasar por una de las habitaciones, a una muchacha de quince a diez y seis años, a la que nunca recordaba haber visto, cosiendo con el mayor afán. Al oír mis pasos alzó la cabeza, y aunque la bajó de nuevo casi en seguida, no fue tan pronto para que no hubiera observado que tenía una frente blanca y pura que adornaban hermosos cabellos castaños, ojos pardos que lanzaban miradas francas o inocentes, una boca pequeña, una nariz más graciosa que perfecta y unas mejillas coloreadas por un suave carmín. No le dirigí la palabra; pero pregunté a un criado quién era, sabiendo por él que venía a coser casi todos los días a casa de mi tía Catalina, que era huérfana de padre, que mantenía a su madre enferma, de la que era el único sostén, pues había perdido a sus tres hijos mayores, no quedándole más amparo y consuelo que aquella niña. La historia me interesó; yo era joven, la muchacha hermosa, no habíamos amado nunca; empezamos a hablar, sin que mi tía lo advirtiese, y acabamos por adorarnos. Teresa no había recibido una educación vulgar; hasta los doce o trece años había estudiado en el convento de religiosas del pueblo, saliendo de él a la muerte de su padre, acaecida hacía cuatro años.
No sé quién refirió a mi tía nuestros amores; ello es que los supo, que me amonestó con dureza, amenazándome con hacerme marchar a Madrid, después de escribírselo todo a mi padre; y desde entonces la joven no volvió a mi casa, y tuve diariamente que saltar las tapias de su jardín para verla y hablarla sin que su madre lo advirtiera, pues también se oponía a nuestras amorosas relaciones.
Así estaban las cosas, cuando hace poco más de diez años caí gravemente enfermo, atacado de unas calenturas contagiosas. Mi tía se alejó de mí, los criados se negaron a asistirme, y entonces María y Teresa se ofrecieron a ser mis enfermeras, no pudiendo oponerse mi tía a ello porque mi estado era cada vez más alarmante y exigía continuos cuidados.
Desde el momento en que Teresa estuvo a mi lado sentí un dulce bienestar, la fiebre desaparecía por instantes; pero se me figuraba ver que las mejillas de mi amada tomaban tintes rojizos, que sus labios estaban comprimidos y ardientes, que sus ojos brillaban con un fuego extraño. La enfermedad que huía de mí, se iba apoderando de ella, y era mi mismo mal el que la devoraba.
-¿Qué tienes? -le pregunté.
-He pedido tanto a Dios que salvase tu vida a costa de la mía -murmuró la joven-, que me parece que por fin se ha dignado escucharme y me voy a morir antes que tú.
Aquello era cierto; por la noche Teresa se agravó tanto, que no pudo volver a su casa, y mi tía le ofreció su cuarto y su cama para que descansase; entonces estaba profundamente agradecida a los tiernos cuidados de la joven.
Excusado es decir que doña Catalina pensaba renunciar para siempre a su habitación y a su lecho, temiendo el contagio de la enfermedad.
Me restablecí pronto, a medida que el estado de la joven iba siendo peor. Estaba desesperado, loco. Su madre también empezaba a perder la razón. Un día me dijo el médico: «Ya no hay remedio para este mal». Y ella también murmuró a mi oído: «Me muero, pero soy feliz, porque tú me amas y me amarás siempre».
-¡Oh, te lo juro! -exclamé-; mi corazón y mi mano no serán de otra mujer jamás.
-Eso lo sé mejor que tú -dijo sonriendo dulcemente-; también sentiré celos desde otro mundo de la mujer a quien ames, y no consentiré que seas perjuro. No quieras a otra, no te cases nunca; no hay un ser en la tierra que pueda adorarte lo que yo, y yo te aguardaré en el cielo.
Dos días después espiraba aquella angelical criatura, que ofreció a Dios su vida a cambio de la mía.
Su madre se volvió loca.
Pagué el entierro de Teresa; compré una sepultura por diez años... ya sabes que hoy ignoro dónde descansa su hermoso cuerpo; envié una carta a mi tía, que no la leyó hasta dos meses después de cumplirse el plazo, porque ella también estaba enferma.
Decirte que durante estos diez años el recuerdo de Teresa me ha perseguido constantemente, sería faltar a la verdad; he amado a otras mujeres, y hace cuatro años estuve a punto de casarme con una hermosa joven; pero la desgracia hizo que un mes antes de verificarse nuestro enlace, los padres encontrasen un pretendiente a la mano de mi amada mejor que yo, y este me fue preferido por ellos, y la novia tuvo que someterse a la voluntad de sus tiranos.
Hoy adoro a Cristina y quiero unir su suerte a la mía, como ya se han unido nuestras almas. ¿Lo conseguiré? Temo que no. La fatalidad me ha traído al pueblo donde vivió Teresa; habito... esta morada llena con su recuerdo; vengo a pasar los primeros días de mi matrimonio en la casa donde ella murió, y un secreto presentimiento me dice que Cristina no llegará a ser esposa mía. Ahí tienes la historia de mis amores: ¿crees que mi temor sea fundado, o que la exaltación en que me hallo es hija de mis pasadas desdichas?
Procuré tranquilizar a Fernando, y después; mientras el joven se reunía a su bella prometida, tuve deseos de ver aquella habitación donde Teresa había muerto, y me hice conducir a ella por un antiguo servidor de doña Catalina.
La noche-buena
Eran las ocho de la noche del 24 de Diciembre de 1867. Las calles de Madrid llenas de gente alegre y bulliciosa, con sus tiendas iluminadas, asombro de los lugareños que vienen a pasar las Pascuas en la capital, presentaban un aspecto bello y animado. En muchas casas se empezaban a encender las luces de los nacimientos, que habían de ser el encanto de una gran parte de los niños de la corte, y en casi todas se esperaba con impaciencia la cena, compuesta, entre otras cosas, de la sabrosa sopa de almendra y del indispensable besugo.
En una de las principales calles, dos pobres seres tristes, desgraciados, dos niños de diferentes sexos, pálidos y andrajosos, vendían cajas de cerillas a la entrada de un café. Mal se presentaba la venta aquella noche para Víctor y Josefina; solo un borracho se había acercado a ellos, les había pedido dos cajas a cada uno y se había marchado sin pagar, a pesar de las ardientes súplicas de los niños.
Víctor y Josefina eran hijos de dos infelices lavanderas, ambas viudas, que habitaban una misma boardilla. Víctor vendía arena por la mañana y fósforos por la noche. Josefina, durante el día ayudaba a su madre, si no a lavar, porque no se lo permitían sus escasas fuerzas, a vigilar para que nadie se acercase a la ropa ni se perdiese alguna prenda arrebatada por el viento. Las dos lavanderas eran hermanas, y Víctor, que tenía doce años, había tomado bajo su protección a su prima, que contaba escasamente nueve.
Nunca había estado Josefina más triste que el día de Noche-Buena, sin que Víctor, que la quería tiernamente, pudiera explicarse la causa de aquella melancolía. Si le preguntaba, la niña se contentaba con suspirar y nada respondía. Llegada la noche, la tristeza de Josefina había aumentado y la pobre criatura no había cesado de llorar, sin que Víctor lograse consolarla.
-Estás enferma -dijo el niño-, y como no vendemos nada, creo que será lo mejor que nos vayamos a descansar con nuestras madres.
Josefina cogió su cestita, Víctor hizo lo mismo con su caja, y tomando de la mano a su prima, empezaron a andar lentamente.
Al pasar por delante de una casa, oyeron en un cuarto bajo ruido de panderetas y tambores, unido a algunas coplas cantadas por voces infantiles. Las maderas de las ventanas no estaban cerradas y se veía a través de los cristales un vivo resplandor. Víctor se subió a la reja y ayudó a hacer lo mismo a Josefina.
Vieron una gran sala: en uno de sus lados, muy cerca de la reja, un inmenso nacimiento con montes, lagos cristalinos, fuentes naturales, arcos de ramaje, figuras de barro representando la sagrada familia, los reyes magos, ángeles, esclavos y pastores, chozas y palacios, ovejas y pavos, todo alumbrado por millares de luces artísticamente colocadas.
En el centro del salón había un hermoso árbol, el árbol de Navidad, costumbre apenas introducida entonces en España, cubierto de brillantes hojas y de ricos y variados juguetes. Unos cincuenta niños bailaban y cantaban; iban bien vestidos, estaban alegres, eran felices.
-¡Quién tuviera eso! -murmuró Josefina sin poder contenerse más.
-¿Es semejante deseo el que te ha atormentado durante el día? -preguntó Víctor.
-Sí -contestó la niña-; todos tienen nacimiento, todos menos nosotros.
-Escucha, Josefina: este año no puedo proporcionarte un nacimiento porque me has dicho demasiado tarde que lo querías, pero te prometo que el año que viene, en igual noche, tendrás uno que dará envidia a cuantos muchachos haya en nuestra vecindad.
Se alejaron de aquella casa y continuaron más contentos su camino. Cuando llegaron a su pobre morada, las dos lavanderas no advirtieron que Josefina había llorado ni que Víctor estaba pensativo.
La gota de Agua
Jamás se vio un matrimonio más dichoso que el de D. Juan de Dios Cordero -médico cirujano de un pueblo demasiado grande para pasar por aldea, y demasiado pequeño para ser considerado como ciudad-; y doña Fermina Alamillos, ex-profesora de bordados en un colegio de la corte, y en la actualidad rica propietaria y labradora. Hacía veinte años que se habían casado, no llevando ella más dote que su excelente corazón, ni él más dinero en su bolsillo que 60 reales; y a pesar de esta pobreza, conocida su proverbial honradez, sin recibir ninguna herencia inesperada, al cabo de cinco lustros, el señor y la señora de Cordero eran los primeros contribuyentes del lugar. ¡Pero qué miserias habían pasado durante esos cinco lustros! En aquella casa apenas se comía, se dormía en un humilde lecho, y su mueble de más lujo lo hubiera desdeñado cualquier campesino.
Cuando alguien preguntaba a doña Fermina por qué no teniendo hijos a quienes legar su fortuna había ahorrado tanto dinero a costa de su bienestar y acaso de su salud, la buena señora respondía: «Hice como la hormiga, trabajé durante el verano de mi vida, para tener alimento, paz y albergue en mi invierno. He cumplido cincuenta años; si vivo veintitantos o treinta más -que bien puede esperarlo, la que como yo, sólo encuentra en su casa gratos placeres-, daré por bien empleada mi antigua pobreza, que hoy me brinda una existencia serena y desahogada».
Juan de Dios no tenía más opinión que la de su mujer; a él le había tocado trabajar como médico-cirujano, y a su esposa economizar lo ganado en aquel pueblo a fuerza de sudores y fatigas, porque no todos los enfermos pagaban; unos por falta de recursos, y los más porque se morían. Esta era la única mancha que tenía Juan de Dios sobre su conciencia; muchos de los pacientes, a los que había dado pasaporte para el otro mundo, no estaban condenados a morir. Acostumbrado a curar siempre con sangrías, había precipitado con ellas el fin de bastantes desgraciados; pero cuentan, que a pesar de eso, el honrado doctor, hombre excelente, dormía como un bienaventurado, y que jamás se le apareció en sueños ninguna de sus víctimas.
Acababa de acostarse Juan de Dios, serían las nueve de una noche fría y lluviosa del mes de Marzo, cuando llamaron a la puerta. Marido y mujer se sobresaltaron; hubo una ligera polémica sobre si debía abrirse o no, y ya era cosa resuelta que no se abriría, porque este fue el parecer de la esposa, cuando entró la criada en la habitación de sus amos, y dijo:
-Señor, avisan a usted con urgencia para una enferma.
-No puede ir -gritó doña Fermina.
-Mujer, por Dios -suplicó el marido...
-Te vas a resfriar.
-¿Y si por no constiparme se muere esa desgraciada?
-¿Y si coges una pulmonía y te mueres tú?
-Iré bien abrigado.
-Vamos, no lo consiento.
-¿Qué respondo al criado de la señora baronesa? -preguntó la criada.
-¡Ah! ¡Se trata de la señora baronesa! -exclamó Fermina abriendo con asombro los ojos-; eso es otra cosa.
Entre las debilidades de aquella honrada mujer, pues todos las tenemos, era la principal su deseo de tratar a personas de elevada alcurnia. Hacía más de un año que la baronesa vivía en el pueblo con su marido y su hijo, y doña Fermina no había encontrado una ocasión propicia para introducirse en su casa; nunca se había visto una familia de mejor salud; al fin un individuo de los principales, reclamaba los cuidados científicos de Juan de Dios, éste salvaría a la paciente y la amistad entre la ilustre dama y la antigua profesora, llegaría a ser un hecho real y positivo.
-Di al criado de la señora baronesa -se atrevió a murmurar Juan de Dios -que no me siento bien y que me es imposible ir.
-¿Qué estás diciendo? -exclamó la esposa-. ¿Dejarás morir a esa señora?
-Por no resfriarme, por no darte un disgusto...
-No, esposo mío, no te resfriarás. Ponte el abrigo forrado de pieles, la bufanda, la capa, el gorro bajo el sombrero y ve en coche. ¿Ha mandado el suyo la baronesa?
-Sí, señora -contestó la criada.
-Pues anda, Juan de Dios, no te detengas, así no te pondrás enfermo.
Diez minutos después salía el médico de su casa.
Doña Fermina, rebosando de satisfacción, no pudo conciliar el sueño en el resto de la noche.
Historietas
El cuento es Narración breve, oral o escrita, en la que se narra una
historia de ficción con un reducido número de personajes, una intriga poco
desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos
Ejemplo:
SOLO SE NECESITA UN POCO DE ESFUERZO
Había una vez en un pequeño
pueblo que no superaba ni los 500 habitantes, alejado de toda civilización,
con una economía terrible y ni hablar de la educación, en ese lugar no existía escuela
alguna.
Entre sus habitantes se encontraba
Andrés, un chico con varias ideas en mente, sobre todo él pensaba en todo o que
habría de haber fuera de su pueblo, el ya tenía algunas ideas del como seria,
pero al contárselo a cualquier persona solo le respondían “parece que sueñas demasiado,
pero ten en cuenta que siempre debes despertar”…
Vivió algunos años escuchando
esas palabras de cada habitante del pueblo, hasta que por fin cumplió su mayoría
de edad, entonces tomo la decisión de salir del lugar y explorar el resto de
mundo, salió solo, sin un solo peso en el bolsillo, pensó que la vida en la ciudad sería
fácil, tal como lo había soñado, pero no fue así, al llegar a la ciudad se dio
cuenta que vivir ahí necesitaba de dinero, así que decidió buscar un empleo
pero… ¡oh sorpresa!
Nadie quería contratar a Andrés, aunque
sus ganas de trabajar eran grandes, la mayoría de empleos requerían de tener
estudios, de lo cual Andrés no contaba, la vida fue difícil, por un momento
pensaba en darse por vencido y regresar a su pueblo natal, pero sus ganas por
superarse lo motivaron para no rendirse.
Él no contaba con dinero para pagar sus estudios de forma abierta, pero el no tener dinero no le impediría estudiar, busco un programa de gobierno que lo pudiera apoyar, mediante el cual logro concluir sus estudios de forma abierta, incluso hasta para lograra obtener un oficio de Carpintero, una vez teniendo esto, busco un trabajo como ayudante de carpintero.
Él no contaba con dinero para pagar sus estudios de forma abierta, pero el no tener dinero no le impediría estudiar, busco un programa de gobierno que lo pudiera apoyar, mediante el cual logro concluir sus estudios de forma abierta, incluso hasta para lograra obtener un oficio de Carpintero, una vez teniendo esto, busco un trabajo como ayudante de carpintero.
Con el tiempo junto dinero para
poner su propia carpintería, en la cual le fue de maravilla, logrando
superarse, volvió a su pueblo de origen, en el cual el fue un ejemplo a seguir
para los demás, demostrándole que todos pueden salir adelante, solo se necesita
un poco de esfuerzo.
Una historieta es un relato o
historia explicada mediante viñetas o recuadros que contienen ilustraciones y
en el que algunas o todas las viñetas pueden contener un texto más o menos
breve.
Ejemplo.
La novela es una narración
en prosa, generalmente extensa, que cuenta una historia de ficción o con un
desarrollo más completo en cuanto al argumento y los personajes, que los
relatos breves o cuentos.
Ejemplo:
SOLO SE NECESITA UN
POCO DE ESFUERZO
Capítulo I
En un pequeño pueblo que no
superaba ni los 500 habitantes, alejado de toda civilización, con una economía
terrible y ni hablar de la educación, en ese lugar no existía escuela alguna.
Uno de sus habitantes es Andrés,
un chico con varias ideas en mente, sobre todo él pensaba en todo o que habría
de haber fuera de su pueblo, él ya tenía algunas ideas de cómo seria, pero al
contárselo a cualquier persona solo le respondían
-Veo que sueñas demasiado, pero
ten en cuenta que siempre debes despertar…
Vivió algunos años escuchando
esas palabras de cada habitante del pueblo, hasta que por fin cumplió su
mayoría de edad, entonces tomo la decisión de salir del lugar y explorar el
resto de mundo.
-Por fin puedo irme de este
lugar, tengo que cumplir mi sueño de conocer un lugar distinto a este, me
imagino cómo será la ciudad, con edificios muy altos y autos en todas partes. .
Salió solo, sin algún solo peso
con él, pensó que la vida en la ciudad sería fácil, tal como lo había soñado,
pero no fue así, al llegar a la ciudad se dio cuenta que vivir ahí necesitaba
de dinero.
-¡No hay problema!, Iré a buscar
un trabajo y saldré adelante.
Así que decidió dejar de pensarlo
y empezar a buscar empleo.
-Hola buenas tardes señor, busco
un empleo para poner obtener algo de comer, le puedo ayudar en lo que usted
guste, solo quiero trabajar por favor.
+Claro joven, es muy sencillo
solo debe presentar su solicitud elaborada y una copia de su certificado de
estudios del nivel media superior como mínimo.
-Lo que pasa es que no cuento con
estudios pero…
+ ¡Sin estudios no hay trabajo,
por favor retírese, solo me hace perder el tiempo!
Nadie quería contratar a Andrés,
aunque sus ganas de trabajar eran grandes, la mayoría de empleos requerían de
tener estudios, de lo cual Andrés no contaba, la vida fue difícil, por un
momento pensaba en darse por vencido y regresar a su pueblo natal, pero sus
ganas por superarse lo motivaron para no rendirse.
-Valla, no es tan fácil como yo imaginaba, pero no importa,
tengo que salir adelante, le prometí a mis padres volver como una persona
exitosa.
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Preguntas Historieta
- Escribe la Definición de Historieta R= Una historieta o cómic es una serie de dibujos que constituyen un relato, con o sin texto
- Menciona las características de la historieta R= Utiliza dibujos para contar una historia, tiene una secuencia de imágenes consecutivas para articular el relato, permanencia de uno o más personajes, se utilizan globos de dialogo.
- ¿Qué otros nombres recibe la
historieta? R= Historieta o cómic.
- ¿Cómo ha evolucionado la historieta? R= El pasado de la historieta se ubicaron en Estados Unidos hacia finales del siglo XIX, los periódicos norteamericanos utilizaban diversos incentivos para atraer a más lectores y de este modo controlar su editorial.
- ¿Cuáles son los elementos que conforman la estructura de la historieta? R= Globos (Garabatos, Sonido, Foco, Signo de interrogación, Normal, Pensamiento y pautas) Apoyatura, Onomatopeya, Signos cinéticos, cartuchos, metáfora visual.
- ¿Qué temas abarca la historieta? R= Aventura, Bélico, Ciencia ficción comedia, didáctica, política, religiosa, deportiva y costumbrista
- ¿Qué son las onomatopeyas? R= La onomatopeya es la imitación lingüística o
representación de un sonido natural o de otro acto acústico no discursivo.
- ¿Qué importancia tiene la imagen
en la historieta? R= Su función es narra la historia,
apoyado de pequeños globos de dialogo.
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